martes, 15 de enero de 2013


Y ya no lo recordarás... el lugar pasará a la historia y quedará en un rinconcito de tu memoria.
Pero si algún día buscas entre los cacharros viejos de tus recuerdos, encontrarás cosas que quizás te parezcan interesantes.
O quizás no.
Si los desempolvas, en ésos, en los recuerdos más viejos, en los que más abajo y más olvidados estén, ahí lo encontrarás: la casa grande de la pared cubierta de hiedra, tan verde y espesa que no se distingue el color de la pintura, la mansión que está entre los matorrales; en el salón blanco, el que da al jardín del árbol viejo, junto a la gran ventana junto a la gran chimenea, en el hueco de los zapatos, justo debajo de la escalera de caracol.

Escrito por Irene
En la vida llega un momento en el que te conviertes en adulto. Tienes edad para votar, para beber y para otras cosas de adultos. De pronto esperan que seas responsable: “Sé adulto”. Crecemos, nos hacemos mayores, ¿pero alguna vez somos adultos del todo? En ciertos aspectos crecemos: Creamos una familia, nos casamos, nos divorciamos… Pero la mayoría de veces, seguimos teniendo los mismos problemas que cuando teníamos 15 años. Por mucho que crezcamos y nos hagamos mayores, seguimos tropezando. Siempre dudando. Eternamente jóvenes...

viernes, 11 de enero de 2013

Él


¿Puedes escucharme?  ¿Puedes sentirme? Sabes que no me puedo quedar mucho tiempo. Todo lo que quería decirte es que te quiero y que no tengo miedo, que no me arrepiento de nada, que te siento segura entre mis brazos y que guardo todos nuestros recuerdos juntos dentro de mí. Sé que me escuchas porque  estás llorando. Voy desapareciendo  y ruegas porque tus sueños te dejen ahí, conmigo. Pero aun así vas despertando y descubriendo la verdad, que no hay nadie a tu lado. Y cuando estoy a punto de desaparecer, susurro tu nombre y te deseo buenas noches. Entonces, abres los ojos.

Ella


Puedo sentirte. Aún perdura en mi piel el roce de tus manos y siento un cosquilleo cada vez que lo recuerdo. Si giro la cara, puedo oler tu aroma en las sábanas. Si cierro fuerte los ojos, puedo sentirte a mi lado, imaginar que estás en la cama, a mi lado.  Si, solamente no pienso nada,  noto tus brazos a mí alrededor; escucho tu voz en mi oído, susurrándome que me quieres, que no tienes miedo, que no te arrepientes de nada.  Poco a poco vas desapareciendo y ruego por quedarme un poco más a tu lado, pero aún así me voy despertando y voy descubriendo que no hay nadie a mi lado. Y cuando estás a punto de desaparecer, susurras mi nombre y dices buenas noches. Entonces, abro los ojos.
Mi musa: la soledad